Está de pie, delante la ventana de la habitación
blanca hipnotizada por la lluvia. Una taza de café caliente en la mano derecha, y con la
izquierda sostiene la cortina de lino. Da un pequeño sorbo de café; quema.
En una estantería de pino blanco llena de libros hay un reloj de sobremesa antiguo pintado de blanco. Contrarresta la hora con la de su teléfono móvil. Luego se
sienta delante del ordenador que hay sobre la mesa también de pino blanco, debajo la estantería. Deja la taza cerca del ratón. El olor a café es
intenso. Teclea.
Un temblor
la obliga a taparse con el poncho de cuadros, que a veces también usa de manta.
Sostiene la taza caliente con las dos manos y cierra los ojos. Los abre, se
mira el reloj blanco, y luego el teléfono móvil que ha colocado junto al teclado, a su izquierda. Cerca, un retrato suyo en donde sonríe feliz
dentro de un marco blanco. Vuelve a cerrar los ojos y traga con dolor
frunciendo las cejas.
Deja de
teclear. Se abandona contra el respaldo de la silla giratoria. Mira el reloj
blanco y luego el teléfono. Despacio se masajea el estómago por encima del
poncho. Incorporada se dobla hacia delante y balancea el tronco.
Se levanta
y se dirige a la ventana, luego da una vuelta por la habitación. Unas sentadillas y luego abdominales la harán sentirse mejor, se dice en voz alta.
Mira el reloj blanco y luego el teléfono móvil.
Otra vez
delante el ordenador abre la carpeta Ibiza de imágenes. Una instantánea de
una playa solitaria. Una casita blanca. Un castillo de arena. Él... Mira el
reloj blanco y luego el móvil. Las lágrimas brotan de sus ojos negros y resbalan por las mejillas hasta el escote.
Mira
el reloj blanco y luego el móvil. En la pantalla una fotografía del hombre que
sonríe divertido soplando un beso a la pantalla. Ella resigue con el dedo el
rostro y besa los labios pixelados. No reprime un sonoro lamento.
De la
mesita de noche saca una caja de somníferos, y apurando el café que se ha enfriado hace mucho, se traga una pastilla con desgana. Mira el reloj blanco y luego el móvil.
Entra en la fría cama sin desvestirse, y se acurruca abrazada a la almohada y
al teléfono. La mirada fija en el reloj blanco.
Relato para @divagacionistas del mes de febrero. #relatosSilencio
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