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Mostrando entradas de 2021

Bruma

  Soy vegetariana desde que tengo uso de razón. Y aunque he de reconocer que siempre he echado de menos el sabor de la carne, nunca pensé que me encontraría sentada delante de este plato lleno de salchichas, jamón y beicon sin ningún tipo de cargo de conciencia. Os cuento.        El mes anterior me presentaron a Bruma con la que tuve una larga conversación. Bruma era una cerda modificada genéticamente para poder hablar, entre otras cosas.        —He deseado toda mí vida acabar en una mesa —me dijo mirándome sin vacilar.        Me sorprendió lo bien que olía. Su pelaje era suave y brillaba a la luz de la lámpara.        —Pero, no comprendo.        —Mi mayor deseo es qué me coman. He sido programada genéticamente para ello. Me sentiría frustrada si no fuera así.        —¿No te da miedo? —quise saber.        —¿No te da miedo a tí no saber cómo y dónde va a ser tu final? —rebatió junto a lo qué me pareció una sonrisa y siguió—. Al menos yo lo sé. Anhelo esperanzada el día que

El filo de una hoja de papel dorado

  Foto: Filo de hoja de papel vista a través del microscopio Seis de enero de 2167. Ignacio cumple cuatro añitos. Por medio de drones correo han llegado desde toda la ciudad paquetes con regalos para el pequeño. El salón esta lleno de cajas sin abrir. La casa parece vacía.        Hace tan solo unas horas la alegría inundaba la vivienda y a sus tres ocupantes. Ignacio se había levantado pronto, ansioso por descubrir qué sorpresas le aguardaban. Sus padres habían adoptado una vieja tradición del siglo anterior, en la que tres reyes mitológicos depositaban en las casas regalos para los niños que habían sido buenos. La noche de reyes, tal como se la nombraba, caía precisamente en el seis de enero, el cumpleaños de Ignacio.        La ilusión de abrir los paquetes envueltos con papeles de colores vivos había precipitado a Ignacio a hacerlo atropelladamente.        ¡Zas!       En un descuido, el filo de una hoja de papel dorado que envolvía un cochecito teledirigido por la mente había

Solo los huesos nos mantienen juntos.

Eres mi soporte, mi amigo, mi amante. La complicidad que nos une no se puede comparar con nada, hacemos un todo indisoluble. Tan profundamente compenetrado que no es necesario decir nada, simplemente sabes lo que necesito y me lo das. Sin embargo, hace ya un tiempo que nuestra relación ha cambiado.        Juntos hemos vivido intensas aventuras, profundos debates sobre la vida y la muerte. Hemos aprendido, llorado, reído, amado. Me has dado todo el placer que he sido capaz de sentir. Hemos sido felices.         Pero ahora, no respondes y vas a tu aire, sin tener en cuenta mis necesidades. Se está rompiendo nuestra sincronización y no puedo hacer nada para evitarlo.         Ya no podemos correr, saltar, bailar como lo hacíamos. Ni hacer mil cosas juntos. Te has vuelto torpe, lento, indeciso y gruñón. Solo los huesos nos mantienen juntos.        Has sido un buen cuerpo, fuerte y hermoso. No obstante, ahora, únicamente desestabilizas lo que me queda de existencia. Al llegar la noche solo d

Paco, la he vuelto a ver.

  La primera vez qué Manuela se fijó en ella fue por casualidad. La curiosidad que sentimos todas delante de una mujer hermosa. Alta, cabellera lacia y oscura bien cuidada y porte elegante. Manos en los bolsillos del abrigo y el cuello alzado.         La segunda vez se la encontró comprando en el supermercado. Pensó qué tal vez acababa de mudarse al barrio.         Otro día se cruzó con ella en la calle. Luego, observó que por la mañana tomaba el metro a la misma hora qué ella para ir al trabajo, y el mismo también a la vuelta. Fue entonces cuando empezó a creer que la estaba siguiendo.         Un fin de semana decidieron con su marido hacer un excursión al lago Certascan en el Pirineo. Y allí estaba la mujer, subida a una roca contemplando la profundidad del valle.         —Paco, mira, aquí está esa mujer otra vez—dijo visiblemente agitada a su marido.         —¿De qué mujer hablas, querida?         —Esa, la qué está sentada en la roca—señala con el índice airada—. La que

Mascotas

  Escribir sobre mascotas. Nunca he tenido una mascota y no preguntéis el por qué, porque no lo sé.         No he tenido un animalito que me trajera buena suerte, tal vez por ello tengo tan poca. Entonces, ¿Qué voy a contaros sobre mascotas sí lo ignoro todo?          No voy a poder explicar la agradable sensación de tener en brazos un cachorro de perro. Esa bola de pelo caliente que palpita y gimotea mientras te reblandece el corazón.         No voy a contaros cómo huelen esos lametones húmedos en toda la mejilla. Ni como ronronea acurrucando en el regazo mirándote con esos ojillos y, mientras rebosas ternura, él se tira un pedete.         No hablaré de los pelos perrunos que inundan la casa. Por más que pases el aspirador te los encuentras en todas partes: en el cajón de la mesita de noche, en tu jersey preferido o en la mullida manta con la que te proteges un domingo de invierno mientras visionas tu película favorita.        No describiré la ansiedad del animalito por saca

Jade

  Yo tenía trece años y ella era la oruga más bonita que había visto nunca. Jade, qué así la llamé, tenía una sorpresa guardada.         Jade era un poco más gruesa que un rigatoni , de un color verde intenso, recubierta toda ella de apéndices en forma de ramos de púas negras que la ayudaban a desplazarse. En la cabeza había cuatro ramos de púas rojos y de frente dos minúsculos ojos negros sin parpados.        No podía dejar de mirarla a través del cristal del pote de aceitunas que habilité como vivienda. Hice agujeros en la tapa de aluminio para que pudiera respirar e introduje una ramita del árbol donde la encontré para que pudiera asirse. Le llevaba hojas con las que alimentarse que ella iba devorando sin prisa. No tenía nada más qué hacer, pensé, que comer y acumular suficiente energía para transformarse en la hermosa mariposa que con tantas ansias deseaba conocer.        Transcurrieron los días hasta que de pronto dejó de comer. De un extremo de su cuerpo fue expulsando hilo

¡Ay, lo natural!

Para alejarse un rato de cualquier situación desagradable no hay nada mejor que dejarse llevar por una buena historia. Por lo que este último año he abusado de series y películas. Algunas de ellas realmente exquisitas. Pero, esta circunstancia me ha llevado a una reflexión: Estoy harta del mundo que me ofrecen.        En la gran mayoría de los argumentos el futuro es distópico y violento. Lleno de catástrofes, guerras, zombis, máquinas infernales, alienígenas destructores y un largo etcétera de malos augurios. Desastres que acostumbran a ser culpa de algún malvado lunático al que se le ha ido la pinza o la propia naturaleza a la que hemos agraviado.         ¡Ay, la naturaleza!        Por su lado, la tecnología en lugar de ser una herramienta para solucionar penurias y protegernos de un medio hostil, se nos presenta como un tremendo error que nos aleja de la naturaleza y refuerza el caos. La tecnología nos proporciona confort, pero a cambio nos arrebata nuestra esencia ¿qué esenc

Espíritus vengativos en la nieve

  Llevaban veinte días andando por el desierto blanco de la Antártida. No dejaba de nevar. El cansancio y la falta de nutrientes empezaban a hacer mella en sus cuerpos doloridos. Todavía faltaban unos ciento ochenta kilómetros para llegar al campamento. Había que tomar una decisión.        Xavier, Douglas y Ninnis habían salido de la base, en Tierra Adelia, para cartografiar Tierra Victoria que se hallaba a unos quinientos kilómetros. Marcharon a pie con trineos arrastrados por fieles perros huskys.         A punto de llegar a destino, Ninnis resbaló en el hielo precipitándose por una profunda grieta arrastrando con él al trineo con la mayoría de las provisiones y a la mitad de los perros.       Había que tomar una decisión y los dos supervivientes la tomaron a pesar de la grave violación que suponía, tal resolución, para su moral.        De modo que, por el camino, fueron sacrificando uno a uno a los huskys para poder alimentarse. Y lo hicieron con todo el respeto que se merec