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Mostrando entradas de marzo, 2020

El niño sin nombre

El niño sin nombre reconoce de lejos el rugir de los motores. El ruido es cada vez más y más fuerte. Se acercan.         El niño sin nombre sentado en cuclillas se hace un ovillo en un rincón de la estancia. La habitación ha sido todo su mundo durante meses y lo que queda de las paredes el límite.         El niño sin nombre se concentra en hacerse pequeño, muy pequeño, hasta convertirse en invisible, tal como le explicó su madre qué debía hacer. La echa en falta, a la madre. Salió a buscar algo para poder comer y no ha vuelto todavía.        El niño sin nombre desea salir corriendo a buscar a la madre. Pero, obedece. Mejor quedarse en su esquina, encogerse y no ser visto para que nada, ni nadie, pueda hacerle daño.         El niño sin nombre sabe que después de los aviones llegará el silbido que atravesará sus tímpanos, para luego bajar por su cuello, pasar por el estómago y estallar en su joven corazón. Músculo que de un salto  querrá salir   por la garganta y gri