Hoy Pepe ha enterrado a su
amigo Roberto. Amigo con el que compartió pupitre en el colegio, un Seat 1400
beige y a Teresa.
Pepe tiene ochenta y tres años. El
párkinson lo obliga a temblar y ha perdido mucha vista. Ya no se lava ni se
peina todos los días. Sin embargo, le parece imprescindible salir a la calle
con los zapatos relucientes. Se ha puesto la única chaqueta digna qué le queda.
La chaqueta luce en la solapa cuatro manchas que se niegan a desaparecer.
Teresa murió hace doce años de un
ataque al corazón. Pepe no se perdona dormir mientras ella se iba. Tampoco puede
borrar la imagen de ella, inerte a su lado, al despertar por la mañana. Y ese abrazo
frío, sin resistencia.
Al salir del tanatorio ha tomado la
calle mayor hacia abajo sin rumbo. No tiene a donde ir. Compungido y con las
manos en los bolsillos se ha topado de frente con la biblioteca
municipal. Tanto a Teresa como a Roberto les gustaba leer. Decide entrar.
A excepción de la chica de la entrada, la estancia está vacía y en silencio.
—Buenos días, señorita —saluda a la
joven del mostrador.
—Buenos días. Por favor, baje usted
la voz señor —dice la chica colocando su dedo índice sellando sus
labios.
Pepe no comprende por qué ha de bajar
la voz si están solos, pero obedece.
—¿Cómo funciona esto? —pregunta con
un hilillo de voz acercándose a la chica.
La joven levanta las cejas. Y le
pregunta qué tipo de libro quiere leer.
—Uno que hable de la vida.
—Todos hablan de la vida, señor. Que
yo sepa no hay ningún escritor que haya vuelto para contarnos de qué trata la
muerte — se ríe
—Pues que hable del amor.
Pepe se dirige al rincón qué le ha indicado
la joven donde está la novela romántica. Toma un libro, no demasiado grueso, y
se sienta a leer. Sin darse cuenta se va introduciendo en la historia. Tres amantes. Tres amigos.
Una historia de amor como la suya. Se queda allí leyendo hasta que la chica le
dice qué es la hora de cerrar. Pepe le pregunta si puede volver mañana. Ella
asiente.
Al salir se plantea qué tal vez sería
una buena idea comprarse la americana azul marino que hay en el escaparate de debajo
su casa. Y que mañana mismo se va al oftalmólogo. Luego se hará unas gafas
nuevas. Se ha propuesto leer todos los libros de la biblioteca.
Sonríe.
Este relato participa en la iniciativa de @divagacionistas con el tema #relatosDesconectar
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