Eres mi soporte, mi amigo, mi amante. La complicidad que nos une no se puede comparar con nada, hacemos un todo indisoluble. Tan profundamente compenetrado que no es necesario decir nada, simplemente sabes lo que necesito y me lo das. Sin embargo, hace ya un tiempo que nuestra relación ha cambiado.
Juntos hemos vivido intensas aventuras, profundos debates sobre la vida y la muerte. Hemos aprendido, llorado, reído, amado. Me has dado todo el placer que he sido capaz de sentir. Hemos sido felices.
Pero ahora, no respondes y vas a tu aire, sin tener en cuenta mis necesidades. Se está rompiendo nuestra sincronización y no puedo hacer nada para evitarlo.
Ya no podemos correr, saltar, bailar como lo hacíamos. Ni hacer mil cosas juntos. Te has vuelto torpe, lento, indeciso y gruñón. Solo los huesos nos mantienen juntos.
Has sido un buen cuerpo, fuerte y hermoso. No obstante, ahora, únicamente desestabilizas lo que me queda de existencia. Al llegar la noche solo deseo echarme en la cama y olvidarme de ti, colocar nuestros huesos en un montoncito y evocar lo qué fuimos y qué nunca más volveremos a ser.
Esta entrada participa en la iniciativa de @divagacionistas con el tema #relatosHuesos
Comentarios
Publicar un comentario