Escribir sobre mascotas.
Nunca he tenido una mascota y no preguntéis el por qué, porque no lo sé.
No
he tenido un animalito que me trajera buena suerte, tal vez por ello tengo tan
poca. Entonces, ¿Qué voy a contaros sobre mascotas sí lo ignoro
todo?
No
voy a poder explicar la agradable sensación de tener en brazos un cachorro de
perro. Esa bola de pelo caliente que palpita y gimotea mientras te reblandece
el corazón.
No
voy a contaros cómo huelen esos lametones húmedos en toda la mejilla. Ni como
ronronea acurrucando en el regazo mirándote con esos ojillos y, mientras
rebosas ternura, él se tira un pedete.
No hablaré de los pelos perrunos que inundan la casa. Por más que pases el aspirador te los encuentras en todas partes: en el cajón de la mesita de noche, en tu jersey preferido o en la mullida manta con la que te proteges un domingo de invierno mientras visionas tu película favorita.
No
describiré la ansiedad del animalito por sacarte a la calle a pasear sin tener
tú putas ganas. Luego, llega ese instante de intimidad callejera en la que
contemplas con aburrimiento como defeca en el asfalto. Por último, la intensa
experiencia de recoger el turullo todavía calentito para que nadie resbale al
pisarlo. Me pregunto, si además, al llegar a casa hay que limpiarle el
ojete.
Sin
embargo, no preguntéis por qué nunca he tenido una mascota, porque no lo
sé.
Esta entrada participa en la iniciativa de @divagacionistas con el tema #relatosMascotas
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