Para alejarse un rato de cualquier situación desagradable no hay nada mejor
que dejarse llevar por una buena historia. Por lo que este último año he
abusado de series y películas. Algunas de ellas realmente exquisitas. Pero,
esta circunstancia me ha llevado a una reflexión: Estoy harta del mundo que me
ofrecen.
En la gran mayoría de los
argumentos el futuro es distópico y violento. Lleno de catástrofes, guerras,
zombis, máquinas infernales, alienígenas destructores y un largo
etcétera de malos augurios. Desastres que acostumbran a ser culpa de algún
malvado lunático al que se le ha ido la pinza o la propia naturaleza a la que
hemos agraviado.
¡Ay, la naturaleza!
Por su lado, la tecnología en lugar de ser una herramienta para solucionar penurias y protegernos de un medio hostil, se nos presenta como un tremendo error que nos aleja de la naturaleza y refuerza el caos. La tecnología nos proporciona confort, pero a cambio nos arrebata nuestra esencia ¿qué esencia?
Otra vez la naturaleza.
Luego están las de color de rosa
y con olor a naftalina en donde el pasado siempre ha sido mejor. Más honesto,
más justo, más romántico y natural, aunque los datos nos digan lo contrario.
Lo natural
¿Y qué me decís de esta peligrosa
visión de que somos demasiados y que el planeta no puede soportar tanto
desgaste? ¿Qué, exterminamos a los gordos, a los pobres o a los ancianos?
La mayoría de todos estos
conflictos, los guionistas los resuelven con mágicos superhombres o empoderadas
heroínas que a través de conexiones causales imposibles en el mundo real
devuelven las aguas a su cauce natural.
¡Ay, la palabra natural!
Estoy harta, si, de esta visión del
mundo. Me gustará poder disfrutar algún día de la trama de un filme en la que
la ciencia y el conocimiento, adquirido a través de ella durante siglos, sean los protagonistas de
la historia y no los malvados.
Esta mini reflexión participa en la iniciativa de @divagacionistas para el
tema #relatosHartazo
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