Llevaban veinte días andando por el desierto blanco de la Antártida.
No dejaba de nevar. El cansancio y la falta de nutrientes empezaban a hacer
mella en sus cuerpos doloridos. Todavía faltaban unos ciento ochenta kilómetros
para llegar al campamento. Había que tomar una decisión.
Xavier, Douglas
y Ninnis habían salido de la base, en Tierra Adelia, para cartografiar Tierra
Victoria que se hallaba a unos quinientos kilómetros. Marcharon a pie con
trineos arrastrados por fieles perros huskys.
A punto de llegar a destino,
Ninnis resbaló en el hielo precipitándose por una profunda grieta arrastrando
con él al trineo con la mayoría de las provisiones y a la mitad de los perros.
Había que tomar
una decisión y los dos supervivientes la tomaron a pesar de la grave violación
que suponía, tal resolución, para su moral.
De modo que, por el camino, fueron
sacrificando uno a uno a los huskys para poder alimentarse. Y lo hicieron con
todo el respeto que se merecían esos valiosos compañeros de viaje.
Pasados unos días enfermaron. Primero
sudores, luego fiebre, mareos y alucinaciones. Y a los pocos días, su piel
comenzó a desprenderse cerca de los labios para irse extendiendo por todo el
cuerpo.
Xavier, antes de morir, perdió la razón
y en su desvarío no dejaba de repetir que el espíritu de las nieves se había
vengado de ellos. Que los huskys se resarcían arrancándole la piel a
tiras.
Fue entonces cuando Douglas recordó que,
en una expedición anterior, esta vez al polo norte, sus habitantes le
advirtieron que no comiera carne de oso. Se decía que, si alguien cazaba un oso
blanco y lo comía, éste se vengaría desde la tumba haciéndole caer la piel a
jirones.
Sin embargo, ellos no habían comido
carne de oso. Tal vez, realmente, fueron los espíritus de las nieves, llegó a
creerse Douglas qué siguió solo el resto del camino consiguiendo
sobrevivir.
Este microrrelato está inspirado en un hecho real acontecido en 1913. Xavier Mertz fue el primer occidental en morir de hipervitaminosis A aguda, una condición que resulta del consumo excesivo de vitamina A durante un corto período de tiempo.
Y es que los huskys, tal y como sucede
con las focas y los osos polares, han evolucionado para poder asimilar vitamina
A en cantidad para poder soportar temperaturas extremadamente bajas. Los seres
humanos no lo hemos hecho y en solo 100 gramos de hígado de husky hay
suficiente vitamina A como para matar a un hombre adulto.
El problema de la vitamina A es que es
liposoluble y no la podemos excretar fácilmente, a diferencia de las vitaminas
hidrosolubles como la C.
Enero 2021 @divagacionistas #PVrelatosNieve
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