Ajani y su hermano pequeño Buki habían conseguido que giraran las
cuatro ruedas del vistoso camión que ellos mismos habían fabricado con latas
vacías. Ajani sujetaba al juguete un palo para que su hermano lo pudiera
arrastrar por la tierra rojiza, cuando oyeron parar un coche y luego abrirse la
puerta metálica del recinto familiar.
En ese instante, la casa estaba
llena de mujeres y Ajani se creyó en la obligación, como representante
masculino de mayor edad, de recibir a las visitas.
Buki se quedó jugando con el camión
en el patio. Se oían voces distendidas charlando a la sombra del majestuoso
baobab de la entrada. Al rato, quiso enseñar su espectacular camión a los de la
casa y al dar la vuelta a la estancia que hace de almacén, vio a su hermano
mayor agazapado protegido detrás de la pared.
—¡Shsss! —dijo Ajani sellando
sus labios con el índice y obligando a su hermano menor a agacharse.
—¿Qué ocurre? —quiso saber
Buki.
—No hagas ruido.
—¿Quién ha venido?
—No pueden verte. Se te
llevarán
Buki, miró a su hermano
asustado.
—¿Por qué?
—¡Cierra el pico!
Ajani pasó el brazo por la
espalda de su hermano sujetándolo y le tapó la boca con la mano. Amordazado,
Buki empezó a llorar en silencio.
Entonces, los dos chicos
aguzaron los oídos para poder entender lo que decían las voces.
—¿Dónde están Ajani y Buki? —preguntó
un hombre desconocido en francés.
Los dos hermanos se abrazaron
con más fuerza entre sollozos.
—Te habrán visto y estarán
escondidos —dijo una de sus tías.
—¿Pero, por qué?
—¡La abuela! Su estrategia
para que se porten bien, sigue siendo asustarlos con que llegará el hombre
blanco y se los llevará, cómo cuando ella era una niña.
—¡Joder!
—Ahora te los voy a buscar.
Eres su primer hombre blanco.
Con esta entrada participo en @divagacionistas con el tema #relatosPicos
La fotografía pertenece @jakob_nybroe
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