Al ver esta instantánea
intento recordar lo que sentía de niña allí arriba en suspensión, volando. Con
la seguridad de que mi padre no dejaría que me aplastara contra el suelo. Me
gustaba contemplar su tierno rostro desde las alturas, en esa posición privilegiada.
Luego sus grandes brazos actuaban contra la gravedad tirando de mí con fuerza,
y yo quedaba colgada como una muñeca de trapo. Sentía felicidad, si, era
felicidad.
Después, fijo mi atención en el edificio del fondo, el que está algo borroso. Esa
arquitectura...Si, la foto está hecha en la India, seguro. ¿Habéis tenido la
suerte de viajar a ese país? Yo sí, dos veces. Primero al norte y luego al sur.
Me sorprendió lo poblado que está. No paras de ver gente, y gente. Vayas donde
vayas la ves andando en fila por la carretera con sus bultos y sus animales.
Pidiendo limosna, aseándose《asearse...es un decir》en cualquier riachuelo de agua marrón, defecando en las calles, limpiando las fosas nasales con los dedos. Esquivando el sagrado ganado, los niños persiguiendo turistas y los rickshaws, siempre, en perpetuo movimiento. Todo envuelto en ruido y desprendiendo un olor nauseabundo. Pero allí estaba, impertérrita, la felicidad.
Me fijo detenidamente en cómo ríe la niña. ¿Cuánto tiempo hace que no me río así, con total entrega? ¿De espaldas al mundo y sus amenazas? ¿Desde cuándo?
¿Y los zapatos? ¡Le van enormes! Sonrío; invade la ternura. Pienso que tal
vez son herencia de alguno de sus hermanos o de un vecino. Pero no importa ella fantasea que lleva alas en los pies. Cómo ese Dios griego Hermes, astuto y veloz, que vio una vez en una ilustración. Cuando sea mayor quiere viajar a Grecia.
¿Qué es eso de su muñeca? Una cinta azul y un bulto rosa demasiado grande para su pequeño brazo. ¿Un reloj de juguete? Me asalta la sospecha de que parece más bien un cojinete de esos que usan las modistas para clavar agujas. Y mi mente adulta reflexiona que es muy posible que la necesidad la haya llevado a trabajar en una fábrica gigantesca donde emplean mano de obra infantil. Un soplo de aire frío se adhiere a mí espalda como una ventosa solo de pensarlo. El 34% de los suicidios de mujeres de todo el mundo son de la India.
Expulso esa idea de la cabeza y vuelvo a ver un reloj para niños con grandes manecillas y números en forma de animales. Me digo que la pequeña está segura, protegida y sabe que la quieren. No necesita más, nadie necesita más. Suspiro profundamente, cierro los ojos y dejo fluir mis recuerdos. Vuelo.
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