Vejez anónima

Llevaba muchos meses sin escribir en este blog. En él colgaba escritos para otro que decidió suspender su actividad por falta de tiempo de sus administradores. Me había olvidado por completo de él, hasta que he sentido la necesidad de perderme por nuevos horizontes. Así que busco en la carpeta de mi ordenador donde guardo fotografías que, por un motivo u otro, me removieron algo por dentro en su momento. Y escojo la que veis.

             Miro la foto, me imagino oliéndola, tocándola. Me pierdo en los pliegues de la blusa, en los de la piel. Y percibo a una mujer hermosa. ¿Que hace que arrugas, labios secos y mirada miope sean hermosos? —me pregunto—. Y vuelvo a perderme en ella.

            Su piel está tan reseca que debió de trabajar al aire libre, posiblemente en el campo. Tal vez todavía lo haga. Parece asiática. ¿Indonesia? Me la imagino doblada bajo el sol en esas interminables alfombras verdes que son los arrozales de Bali.

             Me pregunto si se ha casado, si ha tenido hijos. Las mujeres de su generación se las desposaba muy jóvenes. Era la familia la que acordaba el matrimonio. Ella no debió tener opción alguna para escoger a su marido. Me enfundo en mi jersey, he cogido frío de golpe.

            La larga cabellera blanca colocada hacia un lado me parece que se mueve al son de una suave brisa. Un rostro sin pendientes, sin adornar. No lo necesita. Le gusta el color amarillo. Parece que se esfuerza en mirar de reojo a alguien.Tal vez sólo está recordando. Su sonrisa pícara esconde un secreto. Me conmueve.

           Un fuerte brazo sujeta sus rodillas acurrucada. Protege su intimidad y su vientre. La mano cuelga con gracia, y en la muñeca lleva atados unos cordeles de color rojo tan descolorido que parece rosa.¿Será un amuleto? Pero prefiero pensar que es un regalo. Un regalo de alguien importante en su vida. Me percato que su cansado cuerpo todavía recuerda cómo seducir. Me seduce.

             Visualizo que ahora, ya senil, solo rememora, una y otra vez, aquel corto episodio de su vida en que la amaron. Y me pregunto si yo a su edad brillaré como ella.