Ajani y su hermano pequeño Buki habían conseguido que giraran las cuatro ruedas del vistoso camión que ellos mismos habían fabricado con latas vacías. Ajani sujetaba al juguete un palo para que su hermano lo pudiera arrastrar por la tierra rojiza, cuando oyeron parar un coche y luego abrirse la puerta metálica del recinto familiar. En ese instante, la casa estaba llena de mujeres y Ajani se creyó en la obligación, como representante masculino de mayor edad, de recibir a las visitas. Buki se quedó jugando con el camión en el patio. Se oían voces distendidas charlando a la sombra del majestuoso baobab de la entrada. Al rato, quiso enseñar su espectacular camión a los de la casa y al dar la vuelta a la estancia que hace de almacén, vio a su hermano mayor agazapado protegido detrás de la pared. —¡Shsss! —dijo Ajani sellando sus labios con el índice y obligando a su hermano meno...
La serendipia es la colisión entre el azar y el conocimiento.