Desde hace unos días la chica pasa por la calle principal de Serekunda. Con zapatillas de ballet, tutú rojo, encajes naranjas y mallas negras para no dejar al descubierto las piernas. Ligera, volando impulsada por sus largos brazos. Ajena a lo que acontece a su alrededor. En un tramo del suelo, algo más plano, se pone de puntitas y camina erguida con los brazos abiertos, como si anduviera sobre la cuerda floja. Al rato, tropieza con una hendidura del terreno y pierde el equilibrio. Y como si una mano invisible la cogiera por el pescuezo y tirara de ella hacia el cielo, se estabiliza sin llegar a caer. El chico, que hace días que la observa, decide seguirla a una distancia prudente. Pasan por el mercado de verduras, por delante de los carniceros y del barrio de los curtidores hasta llegar a la orilla ...
La serendipia es la colisión entre el azar y el conocimiento.