Hoy Pepe ha enterrado a su amigo Roberto. Amigo con el que compartió pupitre en el colegio, un Seat 1400 beige y a Teresa. Pepe tiene ochenta y tres años. El párkinson lo obliga a temblar y ha perdido mucha vista. Ya no se lava ni se peina todos los días. Sin embargo, le parece imprescindible salir a la calle con los zapatos relucientes. Se ha puesto la única chaqueta digna qué le queda. La chaqueta luce en la solapa cuatro manchas que se niegan a desaparecer. Teresa murió hace doce años de un ataque al corazón. Pepe no se perdona dormir mientras ella se iba. Tampoco puede borrar la imagen de ella, inerte a su lado, al despertar por la mañana. Y ese abrazo frío, sin resistencia. Al salir del tanatorio ha tomado la calle mayor hacia abajo sin rumbo. No tiene a donde ir. Compungido y con las manos...
La serendipia es la colisión entre el azar y el conocimiento.